Mal empezamos en año del centenario y el bicentenario en lo económico, lo político, lo social. La llegada del 2010 nos trajo nuevos impuestos. Subieron el IVA, el ISR, el IEPS al tabaco, al alcohol, al juego; lo mismo sucedió con el Impuesto a la telefonía, a la televisión de paga, a los depósitos en efectivo. Agréguele los incrementos a los combustibles, la espiral inflacionaria que ya se siente, y entenderá las razones del descontento se apodera de una sociedad disminuida por la crisis.
En lo político tampoco hay claridad. Las relaciones entre el gobierno federal y el PRI, la primera fuerza política del país, están en un punto muy bajo. Los desacuerdos alrededor del incremento a las gasolinas en diciembre, a pesar del compromiso del gobierno federal de no mover los precios durante todo el 2009, ha multiplicado las descalificaciones.
Los desacuerdos se perfilan como un riesgo para las necesarias reformas estructurales, llámense hacendaria, política, o laboral que requiere el pais. No hace mucho, el diputado Guadalupe Acosta Naranjo, ex presidente nacional del PRD, pronosticaba que lo que no se concrete antes de que termine el próximo periodo ordinario de sesiones, en abril próximo, difícilmente transitarán en el Congreso en el año previo a la elección presidencial.
En lo social, la cosa no se ve mejor. Los miles de trabajadores del extinto Sindicato Mexicano de Electricistas, que no aceptaron la liquidación, empiezan a dar señales de desesperación, ante la ausencia total de perspectivas. Ya han protagonizado choques con la disidencia y desmanes en la calle. Una pequeña luz se abrió el pasado viernes al reanudarse las negociaciones del gobierno con el SME. El aguerrido y anatemizado Martín Esparza, líder de los electricistas inconformes, hablo de “importantes avances” en la reunión que sostuvo con Fernando Gomez Mont, titular de la Segob. Urgió a los integrantes de su movimiento no caer en provocaciones porque, vaticinó, “el gobierno va a tratar de reprimirnos”
Aún así, el presidente Calderón nos regaló de Reyes un optimista mensaje, que ha reiterado después. Este será “el año de la recuperación”, augura. De eso no hay duda. El 2010 será mejor que el 2009, un año en el que la economía se desplomó alrededor del 7 por ciento por la llamada “la crisis que vino de fuera”, pero que aquí nos pegó mas fuerte que en otros países: el desempleo se multiplicó, la pobreza se extendió, la producción de petróleo bajó. Para colmo, fuimos los pioneros en el desconocido virus H1N1. Si, difícilmente podremos estar peor en el año que comienza.
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