Cualquiera diría que a César Nava le vale gorro lo que Felipe Calderón piense de las alianzas. El jefe nacional del PAN ha aparecido en sendas fotografías levantando el brazo de los ex priistas José Rosas Aispuro, en Durango, y Rafael Moreno Valle, en Puebla, y del obradorista Gabino Cué, en Oaxaca. En la misma grafica sale, alzando el otro brazo de los candidatos, el perredista Jesús Ortega.
Lo paradójico es que el Presidente de la República se declara preocupado por las alianzas con los diferentes. La semana pasada admitió, en una inusual conferencia de prensa, que estas desdibujan a los partidos, fomentan la confusión, y propician muchos mayores riesgos de confusión ideológica. Las justificó, sin embargo, con el argumento de que “son decisiones del partido”.
Nadie que conozca un poco a César Nava se atrevería a suponer que esa independencia de criterio hacia el presidente de la República es real. Este reportero lo ha escuchado decir, de viva voz, que él hace “lo que mi jefe me dice”. Y su jefe no es otro que el presidente de la República. Es poco menos que impensable no le haya pedido permiso a Felipe para coligarse con quienes lo han llamado “espurio”.
El caso de Fernando Gómez Mont es similar. El secretario de Gobernación declaró, en sendas entrevistas, que no le avisó al inquilino de Los Pinos de los abortados e indignantes enjuagues que hizo el PRI, en noviembre del 2009: el apoyo de sus legisladores a la subida de impuestos, incluida en la Ley de Ingresos para el 2010, a cambio del compromiso de no hacer alianzas en contra del tricolor.
En otra parte del mundo, el primer mandatario hubiese puesto de patitas en la calle a cualquiera de sus ministros que le hubiesen ocultado un asunto de esa dimensión. Calderón, por el contrario, salió a defender al titular en Bucareli. “Es el Secretario de Gobernación; tiene mi confianza para desempeñar ese cargo. No me queda ninguna duda de su honestidad personal y política; y de la lealtad a sus propias convicciones y a este gobierno también”, dijo en la misma rueda de prensa.
El aparecer rebasado por su secretario de gobernación, o por el jefe nacional del partido que lo llevó a Palacio Nacional, en nada favorece la imagen del presidente Calderón. Es difícil de creer, conociéndolo como es, que se haya dejado engañar, por omisión, o que haya dejado pasar la alianza con los “legítimos”, por un asunto de sana distancia con su partido.
Lo que parece, en los temas de las coaliciones y de su claro distanciamiento con el PRI, es que se impuso el cálculo electoral, a costa de la alianza que mantuvo con el tricolor en la primera parte de su sexenio. En los criterios del gobierno federal, y de su partido, es imperativo arrebatar enclaves al tricolor, para evitar que vuelva a meter a Benito Juárez en Los Pinos.
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