No hace mucho escuché plantear en Los Pinos la necesidad de una nueva reforma electoral que facilite la construcción de mayorías presidenciales en el Congreso. La idea de establecer una segunda vuelta en las elecciones para lograrlo, hace su caminito en la casa presidencial. Felipe Calderón la ve con buenos ojos.
Las dificultades que el panista ha encontrado en sus primeros tres años de gobierno, el sentirse rehén de la oposición, en particular del PRI; y la incertidumbre sobre la suerte que correrá en el Congreso el paquete económico para el 2010, incluida la famosa supermiscelánea fiscal, lo obligan a plantear esa posibilidad, ya no para el, sino para su sucesor.
Días después, durante su comparecencia ante el Pleno de la Cámara de Diputados, el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, puso el tema sobre la mesa. “La búsqueda de una mejor gobernabilidad democrática exige analizar si la segunda vuelta es conveniente para consolidar la legitimación política en nuestro país”, dijo el inquilino de Bucareli.
En México llevamos 13 años sin mayoría en el Congreso. Desde la aparición del bloque opositor, en 1997, los electores se han negado a proporcionarle al primer mandatario las herramientas necesarias para que sus iniciativas de Ley sean aprobadas en las cámaras sin muchas dificultades.
Ni Zedillo, en el segundo trienio de su mandato, ni Fox, ni Calderón, han tenido mayoría en las cámaras. El resultado es que las grandes reformas estructurales que el país necesita para avanzar terminan en una versión light — la fiscal, la energética—o de plano no pasan. ¿La consecuencia? Nos hemos rezagado como país.
El tema de la segunda vuelta no es nuevo. La primera propuesta para para incluirla en la Ley Electoral la hizo en 1988 el entonces diputado del PVEM, Jorge Emilio González Martínez, padre del Niño Verde. Desde entonces ha habido otras tres iniciativas. Una de diputado Rafael Castilla, diputado del PAN; otra de Fernando Ortiz, diputado del PRI, y una más de Luis Miguel Barbosa, diputado del PRD, según la revista especializada Ciudad Política.
Pero en México seguimos a contracorriente. En 1979, solo dos países latinoamericanos, de dieciocho con sistema de gobierno presidencial, recurrían a la segunda vuelta en unos comicios presidenciales. Hoy ya son trece.
La resistencia a que esta figura se incorpore a la Ley persiste. El senador del PRI, Manlio Fabio Beltrones rechaza la posibilidad de que en México plantee como mecanismo para construir mayorías presidenciales que faciliten la gobernabilidad.
Frente a sus colegas senadores del PRI el poderoso sonorense dijo que aventurarse en una segunda vuelta “sólo fomenta mayorías artificiales y costos adicionales.”
El sueño Manlio, uno de los políticos más completos que tenemos en México, es la instauración de un “gobierno de Gabinete”, donde coexistan un jefe de estado con un jefe de gabinete o un primer ministro — el clásico “ya me vi”—y en el que las principales carteras sean ratificadas por el Congreso.
“No se trata de restarle competencias al Presidente, sino de modernizar el régimen político a partir de controles, equilibrios y figuras institucionales que resulten funcionales ante la complejidad y urgencia de las tareas que tenemos enfrente”, aclaró el sonorense.
La reforma electoral, otra más, se perfila como una de las grandes discusiones que se darán en el Congreso, durante el segundo trienio de Felipe Calderón. La oposición del PRI, la primera fuerza en San Lázaro y la segunda en el Senado, parece augurar que en la próxima elección presidencial no tendremos segunda vuelta, a menos que la postura de Beltrones sea puramente personal o de negociación.
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