Los desastrosos resultados electorales obtenidos por la izquierda, en particular el PRD– perdió hasta Macuspana, Tabasco, la tierra del “profeta”—obligan a los partidos del que fuera el Frene Amplio Progresista (agréguele PT y Convergencia) a darse una tregua, por lo menos hasta después del 2012. Saben que es necesario llegar a acuerdos a su Congreso Nacional, a celebrarse en diciembre próximo, o se harán más chiquitos de lo que ya son.
Son muchas las diferencias entre los que siguen leales a López Obrador y los que respaldan la corriente del debilitado Jesús Ortega. Pero hay particularmente dos puntos donde estas diferencias son irreconciliables: el reconocimiento del gobierno de Felipe Calderón y las posibles alianzas electorales, a nivel regional, con el PRI y PAN.
El ex salinsta Manuel Camacho, integrante del ala moderada del obradorismo, quedo a cargo de la titánica tarea de hacer que las tribus coincidan y se reunifiquen. En el seno mismo del PRD ya hay negociaciones.
Una de las corrientes más radicales del amarillo es Izquierda Democrática Nacional, que encabeza el profesor Rene Bejarano, para sus amigos; el señor de las ligas, para sus detractores. Su esposa, Dolores Padierna, se sentó el pasado viernes a platicar con Ortega para explorar opciones que les permitan posponer sus pleitos. Ambas partes tienen claro que si salen divididos que el riesgo de debacle total está presente. Eso dejaría al país en un bipartidismo de facto (PRI y PAN) y sin ese necesario equilibrio que facilita una izquierda fuerte.
Pero hay algunos que no aprenden de sus derrotas. Los volvimos a ver en San Lázaro. Un pequeño grupo de legisladores leales a Andrés Manuel, diputados “del movimiento”, se autodenominan, tomaron por asalto la tribuna de la Cámara de Diputados, con la intención, dijeron, de impedir la aprobación de más impuestos.
Eran quince, a lo sumo, pero obligaron a la mesa directiva a buscar una sede alterna para que sesionaran los otros 485 que se aprestaban a debatir y aprobar, por mayoría, el paquete fiscal. El típico “tribunazo” que proyecta nuestra pobreza parlamentaria; la dictadura de las minorías, que tanto le gusta al Peje.
Pero no vaya usted a creer que lograron mucho. Los ocupantes de la tribuna tienen muy claro que carecen de fuerza para alcanzar sus objetivos. Se bajaron muy ruidosos pasada la medianoche. No lograron impedir que se aprobara la famosa Ley de Ingresos. Los obradoristas representan apenas el 3 por ciento del total de diputados. Lo que buscan con este tipo de acciones es subirse a la coyuntura, jalar reflectores y, montarse en una causa que es dolorosa para el pueblo de México, particularmente en estos tiempos de recesión, pero que es rentable políticamente: el rechazo a más impuestos.
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